Aspectos relevantes, estadísticos y significativos observados y comentados por el profesor Oscar Arango Gaviria, que compartimos gustosamente con todos nuestros amigos y visitantes de la página de Educafes. Una buena visión de la actualidad organizativa y económica del sector cafetero.
DEL CONGRESO CAFETERO DE 2017
A LAS JORNADAS ELECTORALES DE 2018
Oscar Arango Gaviria
Profesor Universidad Tecnológica de Pereira
Coordinador proyectos regionales, SUEJE
La agenda institucional cafetera de 2017 tuvo tres eventos de notable importancia:
el Foro Mundial y el Congreso extraordinario (convocado para reformar los estatutos
de la Federación Nacional de Cafeteros -FNC) ambos realizados en Medellín, y el
85º Congreso Nacional Cafetero, evento que por primera vez se realizó por fuera
de Bogotá gracias al cambio adoptado recientemente en los estatutos del gremio.
El Congreso tuvo lugar en Manizales conmemorando los 90 años del Comité
Departamental de Cafeteros de Caldas, en medio de una coyuntura económica y
política caracterizada por haber arrojado cifras que mantienen prendidas las
alarmas y no terminan de despejar las incertidumbres sobre el futuro de la
caficultura. Como ha sucedido en otras ocasiones, los participantes deliberaron en
4 comisiones: Productiva, Administrativa, Financiera y de Comercialización.
El actual Comité Nacional y el Gerente de la Federación consiguieron convocar y
realizar un evento que, si bien escuchó voces inconformes, lejos estuvo de aquellas
jornadas de crisis institucional y de ruptura que identificaron el Congreso Cafetero
de 2013.
Después de la debacle vivida en dicho año y que originó un paro cafetero sin
antecedentes en el país, este Congreso cafetero se realizó en medio de una tímida
pero progresiva recuperación productiva y económica que durante los últimos cuatro
años se ha dado en la actividad cafetera y que ha dejado entre los actores de la
cadena productiva del café -y ya no sólo entre los productores, un sabor agridulce
sobre el futuro de la misma.
Una cosecha de 14,6 millones de sacos (un poco menor que la esperada) con un
valor aproximado de $8,07 billones; un precio interno que promedió en el año los
$812 mil la carga; una participación en el mercado cafetero mundial del 12 por
ciento; precios externos que rondaron los 1,32 centavos de dólar por libra (muy
similares a los de hace 30 años); una tasa de cambio que durante el año estuvo
muy cerca de los $3.000 por dólar (cifra que ayudó a mitigar los efectos de los
precios del grano poco rentables); un diferencial de alrededor de los US$12
centavos por libra; una renovación que sólo alcanzó el 70% de las 100 mil hectáreas
previstas y una creciente importancia de los cafés especiales y de origen que
aportan el 32% del total de la producción, son cifras que estimulan lecturas
ambivalentes sobre la actividad cafetera (en el anexo se encuentran cifras
adicionales).
Ahora bien, a las negociaciones tradicionales de comercialización internacional del
café regidas por las normas de las bolsas internacionales se suman los esfuerzos
de los actores de la cadena productiva para atender las necesidades de nichos
crecientes de mercado que reclaman productos de calidades certificadas y
configuran un negocio sofisticado.
De esta manera ya no existe una agenda de política cafetera circunscrita a los
propósitos de conseguir una mayor productividad a toda costa, pasando por encima
de consideraciones propias de la sostenibilidad ambiental. Es claro que en los años
recientes los debates alrededor del cambio climático y sus impactos sobre la
producción cafetera se han transformado en temas obligados y así lo confirmó el
Congreso realizado en Manizales.
Hoy la búsqueda de una caficultura joven, más productiva, competitiva, rentable y
sostenible tiene nuevos referentes nacionales e internacionales, buscando que al
final del día el esfuerzo redunde en el mejoramiento de los ingresos y las
condiciones de vida de los productores y sus familias.
Por supuesto, la construcción de una nueva cadena de valor alrededor de la
caficultura colombiana trae consigo retos donde la Federación de Cafeteros y los
demás actores de la cadena productiva se coloquen en condiciones de suplir
necesidades propias de la innovación y el desarrollo científico y técnico. En un
mundo globalizado, altamente competido y en permanente cambio, se necesita
fortalecer la capacidad productiva e innovadora. Son imperativos los avances
permanentes en materia de investigación, tecnología e innovación.
Aquí la participación de la academia, de Cenicafé y de instituciones como Tecnicafé
en el Cauca reclama de estrategias concertadas para conseguir propósitos
comunes en el mediano y largo plazo.
En el Congreso cafetero hubo acuerdo sobre la necesidad de generar nuevas
variedades más resistentes a diversas enfermedades; de aportar soluciones
tecnológicas a la recolección asistida mecánicamente y avanzar en el desarrollo y
la aplicación de prácticas sostenibles del cultivo.
Siguiendo las pautas de su Plan Estratégico, el principal reto que se ha puesto el
gremio cafetero es aumentar la productividad del cultivo de 18 sacos por hectárea
a 22 en los próximos años.
También hubo consenso en la importancia de fortalecer el programa de renovación
de cafetales. La meta que se fijó el gremio conjuntamente con el Gobierno es la de
renovar 100.000 hectáreas por año para así alcanzar, en 2024, una cosecha de 17
millones de sacos.
En su intervención en el Congreso el Gobierno anunció que se van a dejar
asegurados parte de los recursos públicos para financiar el programa respectivo, y
dejó en claro que dicha financiación requiere de los aportes adicionales del gremio
y de los propios productores. El apoyo gubernamental para la renovación de 100 mil
hectáreas de café al año se fijó en $200 mil millones, provenientes de recursos de
vigencias futuras hasta el 2024.
Para este y para otros propósitos el Congreso de los cedulados cafeteros reiteró la
importancia de ampliar la cobertura y mejorar la calidad del servicio de extensión
como uno de los prerrequisitos de la nueva caficultura colombiana. Sólo de esta
manera puede hacerse creíble la meta del Plan 100-100 para que, en 2027, la
producción sea ciento por ciento sostenible.
De manera complementaria, el ministro de Hacienda se comprometió para que a
través de los Comités Departamentales se manejen $700 mil millones para vías
terciarias del país, que están destinados dentro del OCAD Paz (Órganos Colegiados
de Administración y Decisión). Por supuesto, este anuncio reclama la aprobación
por parte de los gobernadores.
En el Congreso fueron compartidas las prospectivas de la roya en Colombia,
resaltando la necesidad de seguir blindando a los cafetales de esta enfermedad, en
constante mutación y por tanto capaz de romper la resistencia de algunas
variedades.
En ese sentido se presentaron las nuevas variedades de café Cenicafe 1 y Tabi,
como variedades generales para Colombia y las variedades regionales: Castillo
Norte, Castillo Centro y Castillo Sur, todas resistentes a la roya y se espera, sean
entregadas en 2018.
La organización Dignidad Cafetera presentó un documento en el que reclama a la
Federación de Cafeteros la necesidad de “exigir al gobierno nacional elabore una
política comercial exterior que precise un mecanismo de fijación de precio externo
justo y, que lidere, con otras naciones productoras, una campaña mundial en ese
sentido.
“Parte sustancial de este reclamo debe comenzar por solicitar la eliminación de la
resolución 420 de la OIC que permite llegue al mercado, sin certificación de calidad,
cualquier café. Eso, sin duda, genera precios a la baja en el mercado mundial”
El documento de Dignidad Cafetera también expresó preocupación por el tema de
la decisión del Gobierno Nacional que “propende la siembra de variedades robustas
en la altillanura y de variedades tradicionales en zonas de ladera que fueron
azotadas por la violencia. Se pretende aumentar la siembra de café, sin pensar en
los efectos que esa política tenga sobre los productores actuales. En círculos de
Gobierno y Federación, incluso, gana terreno la opinión de que la caficultura debe
ser: en ladera, de campesinos pobres y en tierras planas, de grandes plantaciones
agroindustriales de monopolios nacionales o multinacionales y que, el empresariado
cafetero nacional puede o debe desaparecer”. Debe recordarse que en su momento
la Misión de Estudios Cafeteros había defendido la siembra, sin limitaciones, de café
robusta en la altillanura.
En fin, el documento citado hace explícita la oposición a la mega-minería
transnacional o nacional en zonas tradicionalmente cafeteras y defiende la
realización y los resultados de las consultas populares.
En el debate propiciado en este Congreso también se recordó que del valor total del
negocio cafetero mundial, estimado en 200 mil millones dólares, el 90% se lo
quedan los monopolios comercializadores, torrefactores y distribuidores. A los
productores tan solo les toca 20 mil millones de dólares, el 10%.
En el evento se identificaron varios de los desafíos que enfrenta la dirigencia
cafetera. Entre ellos se mencionan: 1. El empalme generacional sin el cual no es
posible blindar, de conjunto, la producción cafetera; 2. La seguridad social para los
trabajadores asalariados y los pequeños y medianos productores; 3. El estímulo a
nuevas formas de relación con las asociaciones de productores de cafés especiales;
4. Mayores aperturas a los esfuerzos de comercialización del café por fuera de los
circuitos tradicionales.
De otra parte, debemos recordar que en 2018 se desarrollarán tres elecciones: las
de Congreso, las de Presidente de la República y las de los comités de cafeteros.
Es de esperar que en las dos primeras los partidos, sus coaliciones y candidatos
incorporen propuestas específicas para atender las necesidades del fortalecimiento
de la cadena productiva de café.
En el caso de las elecciones cafeteras, haciendo uso de las nuevas disposiciones
estatutarias, se espera una amplia participación de los productores cedulados que
permita el fortalecimiento de la democratización de la Federación y un avance en
los acuerdos orientados a ampliar los espacios de intervención de las mujeres y los
jóvenes cafeteros.
También resulta inaplazable la adopción de una política orientada al pronto
establecimiento de un Sistema de Seguridad y Salud para los trabajadores. En este
sentido, es útil profundizar el debate sobre el Proyecto de Ley 123, de protección
social que fue presentado en el Congreso de Manizales.
A partir de 2018 debe iniciarse el proceso de preparación del nuevo plan estratégico
de la Federación. En este escenario convendría retomar la discusión nacional
utilizando como insumo las recomendaciones aportadas por la Misión de expertos
contratada por el Presidente Santos y que el anterior gerente de la Federación
descalificó de un plumazo. En el marco de esta discusión tendrían cabida, una vez
más, las nuevas dinámicas de las cooperativas de cafeteros frente a sus funciones
tradicionales.
En todo caso, la perspectiva de la caficultura colombiana debe tener como uno de
sus focos de interés el quitar cada día un mayor espacio a los intermediarios y a las
multinacionales para que se incremente la porción del ingreso que puede y debe
quedar en manos de los productores y demás actores nacionales de la cadena
productiva.
Todo lo cual supone un esfuerzo público-privado, de asociaciones de productores,
de redes colaborativas entre productores y tiendas de cafés especiales, de
investigación y desarrollo tecnológico, y de mayores y mejores ofertas académicas.
Por último, en el contexto de la implementación de los acuerdos de paz entre Farc
y Gobierno Nacional, un nuevo plan estratégico de la FNC debe abrir paso al
fortalecimiento y ampliación de la cobertura de las experiencias de alianzas
productivas como las que hoy se desarrollan en departamentos como el Huila,
Magdalena, Nariño o Cauca y que hacen del cultivo y la comercialización del grano
un instrumento de paz.
ANEXO
CAFICULTURA EN CIFRAS1
El parque cafetero lo integran 4.700 millones de árboles distribuidos en 588
municipios.
De ese total, un 83% corresponde a cultivos tecnificados jóvenes, en donde un 71%
hace parte de variedades resistentes y un 12% en susceptibles. Mientras que el
17% restante se encuentra en cultivos envejecidos o en sistemas de cultivo
tradicional, que no tienen densidad ni trazo específico.
Entre 2010 y 2016, la edad promedio de los cafetales se redujo en un 32% hasta
llegar a cerca de 7,1 años y la densidad de siembra aumentó más de 8% hasta los
5.534 árboles por hectárea, mientras que la productividad –que históricamente
estuvo por debajo de 14 sacos por hectárea, superó los 18,7 sacos.
El crecimiento en productividad que está en 18,3 sacos por ha, debe crecer en 2024
a 21.7 sacos por ha.
El café representa el 34% de las exportaciones agropecuarias y este año aportó
2.880 millones de dólares.
Los cafés tipo standard participan con el 68%, y los cafés especiales alcanzan el
23% de las exportaciones.
El 17% empleo agropecuario directo está asociado al cultivo del café, generando
dinámicas importantes.
Según la OIC, para el año 2030, la demanda mundial de café crecerá en cerca de
25 millones de sacos. Con la participación actual del 12% Colombia debería crecer
su oferta exportable en cerca de tres millones de sacos.
1 Datos de la Federación Nacional de Cafeteros